¿Acaso os habéis sentido parte de algo alguna vez?
Seguro que la mayoría diríais que si, pero no me refiero a la parte física de
la vida, sino a la sentimental; mis sentimientos, mis pensamientos, mis
llantos… ¿de qué eran parte?
No lo sé.
Y no creo que vaya a saberlo nunca.
Desde aquel momento en el que ella desapareció, la
vida dejó de tener sentido, dejó de tener vida. Nada volvió a su ser, y
entonces fue cuando todos empezaron a mostrar su lado negro, ese lado rojizo y
violento que nadie quiere llegar a conocer, pero que al final, todos lo sacamos
a la luz, de un momento a otro todas nuestras penas y frustraciones deben salir
de algún sitio, y ahí es cuando nos damos a conocer realmente.
No es la
felicidad la que nos da confianza, esa felicidad es la que más miedo nos da, no
nos sentimos cómodos en ella, y eso es porque no sabemos cuándo acabara. En
cambio, en la mismísima oscuridad, donde toda nuestra mierda sale hacia fuera,
ahí es cuando realmente estamos cómodos, porque sabemos que eso no acabará
nunca, jamás cambiará.
Al escribir esto no espero que lo entendáis, que reflexionéis, ni siquiera que sigáis leyendo mis futuras publicaciones. Esto lo escribo para mí, para mi desahogo personal y para el desarrollo de mi ser.
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